Todo empezó como un día normal, estábamos en la oficina quejándonos a ratos y a ratos trabajando, cuando una de las becarias pidió ayuda para abrir la única puerta de salida del departamento. - ¿Alguien me puede ayudar? No consigo abrir la puerta. - ¡Tienes que poder abrir la puerta! ¡Es una puerta anti-avalancha! – dijo un compañero, se levantó y empujó la puerta con un dedo, con firme intención de humillar a la chica. La puerta no se movió, luego la empujó con las dos manos, después apoyando sobre ella todo el peso de su cuerpo. - ¡No se abre! Nos levantamos casi todos a ver sí podíamos abrirla. Nada, en medio del barullo, sonó un teléfono, el de la secretaría del jefe. Ninguno prestamos mucha atención, era sólo una llamada, sin embargo, cuando empezó a quedarse lívida, todos nos callamos, y nos acercábamos a ella sabiendo que cuando colgara, diría algo importante. - Unos terroristas nos tienen de rehenes. – Dijo, nada más. Corrimos todos hacía las ventanas. Abajo, la poli