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Mostrando entradas de octubre, 2016

CASTILLO

La señal sonó alta y clara, no había atisbo de duda posible, estaban atacando el castillo. Naturalmente salió sin ninguna intención de ponerse su armadura. No había tiempo, mientras su mujer se reunía con los hijos para acudir al punto más alto de la torre donde dormían, allí se resguardarían del ataque. Los enemigos estaban lejos, muy lejos, hacía décadas que aquella fortaleza no era fronteriza, los señores feudales de alrededor eran todos amigos, se suponía, pero claro estaba que no era así. Si no habían tomado las plazas cercanas pero se encontraban allí estaba claro que les estaban atacando supuestos amigos. Con la espada desenvainada se unió a sus soldados en la arena al lado del pozo. Les miró a los ojos, casi ninguno de ellos había luchado con él en las batallas anteriores, cuando había que eliminar al extranjero que venía a invadir. Había pasado mucho tiempo desde los gloriosos años en los que tomó aquella misma fortaleza. Asedió el castillo durante más de un mes así que no

CASTILLO

La señal sonó alta y clara, no había atisbo de duda posible, estaban atacando el castillo. Naturalmente salió sin ninguna intención de ponerse su armadura. No había tiempo, mientras su mujer se reunía con los hijos para acudir al punto más alto de la torre donde dormían, allí se resguardarían del ataque. Los enemigos estaban lejos, muy lejos, hacía décadas que aquella fortaleza no era fronteriza, los señores feudales de alrededor eran todos amigos, se suponía, pero claro estaba que no era así. Si no habían tomado las plazas cercanas pero se encontraban allí estaba claro que les estaban atacando supuestos amigos. Con la espada desenvainada se unió a sus soldados en la arena al lado del pozo. Les miró a los ojos, casi ninguno de ellos había luchado con él en las batallas anteriores, cuando había que eliminar al extranjero que venía invadir. Había pasado mucho tiempo desde los gloriosos años en los que tomó aquella misma fortaleza. Asedió el castillo durante más de un mes así que no e

LA SIGUIENTE CASA

Cuando vi la pintada hecha con sangre en el salón, lo primero que pensé fue que la había hecho un asesino, uno que probablemente siguiera allí y estuviera acechando para matarme, y tras ello, utilizar mi líquido vital para pintar en la siguiente casa.

LAS CADENAS DEL ESCLAVO

No se atrevía a hablar, pero movía las esposas una y otra vez ofuscado. Aquel castigo, tener que dormir con los pesados grilletes, era culpa de los alborotadores. Siempre pidiendo, siempre molestando. Por culpa de la última algazara que habían provocado, ahora todos debían aguantar a todas horas tan pesada carga. Un aro en la muñeca izquierda, y otro en la pierna derecha. Así se acostó, hablando alto, muy alto, para que todos le oyeran. Aquellas cadenas no serían necesarias si no hubiera algunos que intentaran continuamente revelarse para alcanzar la libertad. - Si tan valientes son que huyan – decía – en lugar de hacer revueltas que nos implican a todos. Alguno quiso replicarle que los rebeldes lo que querían era la libertad del pueblo entero pero no se atrevió. Era una locura, le tacharían de alborotador. Si lo pensó, desde luego era más fácil huir, el problema era donde. Salir de un sitio podía suponerle ser esclavo en otro, o peor, jornalero. Aquella noche fue especia