LA PENA

Últimamente cada vez que me despierto me cuesta una salvajada levantarme. El sonido del despertador es casi como el sonido de la máquina de torturas cuando la encienden, cuando la calientan, preparándola para mí (que exagerada soy)
Algunas veces, cuando voy en el metro y apoyo mi cabeza contra la barra y bostezo pienso que muy probablemente para los demás fue igual de duro levantarse esa mañana.
Y no me duele, no me duelen nuestros bostezos, no me duele nuestro cansancio. Me duele que vamos realmente muy tristes.

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