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Mostrando entradas de octubre, 2017

LOS PIRATAS

El pirata miraba decidido por encima de su hombro de una socarrona manera tan irritante que si le hubiera visto cualquiera de sus propios hombres, incluso el más fiel, le hubiera matado. Y así se adentraron en aguas más profundas, más dentro del océano, cada vez más lejos de un continente y más cerca de otro. No era normal, no era lógico, ni había posibilidad ninguna de explicar cómo podía huir tan deprisa. Eran remos los que le llevaban, aunque también velas, aún así no había forma lógica de entender la velocidad de aquella nave. Por la mañana el capitán, único conocedor del secreto, bajaba a la galera. Lanzaba los capturados a los remeros, mientras bebían su sangre, él cerraba los únicos conductos de ventilación que había. Por ellos entraba el aíre, pero también podría entrar el sol, y eso, hubiera tenido unas consecuencias fatales.

LA HERIDA DE LAS CADENAS

Les enseñó a los compañeros las heridas sangrantes de los tobillos. Se las habían provocado las largas horas de trabajo con las cadenas puestas. Se quejaba sobretodo de los lugares donde la sangre manaba también con pus. Entonces todas las personas que le escuchaban, sin excepción, enseñaron horribles cicatrices, algunas también enseñaron sangre fresca, de heridas causadas ese mismo día. En aquel preciso instante, cuando todos intentaban hablar por encima de los demás explicando lo mucho que les había dolido y lo mucho que habían sufrido, se dio cuenta que nunca ganaría esa competición al que más ha aguantado. Así que esa noche, con un nudo en la garganta, de pena por abandonar a tantos amigos, cogió la llave y soltó su grillete. Ahora trabaja en un gran edificio de oficinas. En una multinacional de los seguros. Tiene un puesto muy considerado. Y sobre todo, a él nadie le grita, nadie le falta, ni el más mal educado de la oficina, ni el jefe más alto. Saben que si sabe donde está