LOS PIRATAS

El pirata miraba decidido por encima de su hombro de una socarrona manera tan irritante que si le hubiera visto cualquiera de sus propios hombres, incluso el más fiel, le hubiera matado.
Y así se adentraron en aguas más profundas, más dentro del océano, cada vez más lejos de un continente y más cerca de otro.
No era normal, no era lógico, ni había posibilidad ninguna de explicar cómo podía huir tan deprisa. Eran remos los que le llevaban, aunque también velas, aún así no había forma lógica de entender la velocidad de aquella nave.
Por la mañana el capitán, único conocedor del secreto, bajaba a la galera. Lanzaba los capturados a los remeros, mientras bebían su sangre, él cerraba los únicos conductos de ventilación que había. Por ellos entraba el aíre, pero también podría entrar el sol, y eso, hubiera tenido unas consecuencias fatales.

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